Ballet Nacional de España

El loco
Teatro Villamarta

SINOPSIS
Ballet inspirado en la peripecia artística y existencial del bailaor Félix Fernández ‘El loco’ y su desgarro interior tras seguir hasta Londres a Diaghilev, Massine y los Ballets Russes para estrenar El sombrero de tres picos.

Un espectáculo de danza sobre la danza. Una reflexión actual sobre el artista y sus demonios. Un vívido elogio de la locura.

Estreno absoluto el 6 de septiembre de 2004 por el Ballet Nacional de España, en el Teatro Real de Madrid.

Presentación

Después de tres temporadas desde mi comienzo en la dirección del Ballet Nacional de España he presentado programas como Invocación, Centenario Antonio Ruiz Soler, La Bella Otero o Generaciones. En esta nueva temporada, tenía muy claro la necesidad de recuperar una obra del repertorio histórico del Ballet Nacional de España como es El loco.

¿Por qué El loco? Por muchas razones. Si nos fijamos en su historia, tiene una gran importancia para la historia de la danza española. El argumento de este ballet cuenta una historia real. El montaje de El sombrero de tres picos para los Ballets Russes. En el intervinieron Manuel de Falla para la composición de la música y Pablo Picasso, con el diseño de escenografías y vestuarios. Una obra maestra en la que también se contó con el personaje principal del ballet que presentamos, Félix Fernández. Un bailaor que tendría una labor fundamental en esa nueva creación: poner el estilo y carácter de la danza española y el flamenco en ese ballet.

Además también me parecía importante recuperar un ballet de argumento con el rol principal para un primer bailarín masculino. El Ballet Nacional de España tiene muchos ballet de argumento, pero casi todos son con intérprete femenina, si exceptuamos el Don Juan de José Antonio. Con El loco se pone en primer plano la figura de un personaje masculino.

Con todo ello, la razón determinante para la elección de este ballet fue su coreógrafo, Javier Latorre. Bailarín y coreógrafo con identidad propia. Vivió una generación en el Ballet Nacional de España en el que se crearon grandes montajes y coreografías. Luego él siguió su carrera en solitario y con su compañía. Creó obras para Eva Yerbabuena, Antonio Canales, la Compañía Andaluza de Danza y el Ballet Nacional de España, entre otros. Pero para mí su coreografía más completa es El loco. Quería darle su lugar, su posición, su sitio a un coreógrafo que fue transición entre Lorca, Granero, Gades y otros muchos grandes de esa época. Fue una obra que se estrenó hace 18 años y que estuvo muy poco tiempo en escena. Se creó entre dos dirección del Ballet Nacional de España y aunque se estrenó en grandes teatros españoles, creo que El loco tenía que estar otra vez en los escenarios con nosotros. Es también un homenaje a un coreógrafo que le ha dado grandes obras al Ballet Nacional de España.

Pero un ballet así como El loco también necesita de otros extraordinarios artistas para su creación y El loco los tenía. La idea original, libreto y dirección de escena contó con uno de los grandes de la escena española, Paco López. Su minuciosidad en su trabajo es ejemplar. En un ballet argumental es fundamental trabajar los personajes y saber definir correctamente las escenas y el argumento con la danza y ahí es donde él deja su personalidad. Un ballet argumental siempre necesita de una gran música y en este caso se volvió a contar con los mejores. Ya no solo por Falla y su Sombrero. Había que crear músicas de mundos y universos distintos y para eso nada mejor que el genio de Mauricio Sotelo. Una gran parte de la obra plasma la esquizofrenia, la locura, la mente enferma del protagonista y es en ese aspecto donde Mauricio hace de la música el vínculo para entender al personaje. Pero también se recrea la vida y los inicios artísticos del Félix, ese viaje a los orígenes, a las noches de los cafés cantantes… ahí es donde se contó con otro grande, con Juan Manuel Cañizares. Esos toques flamencos son los que le dieron vida y locura a nuestro protagonista y él consigue trasladarnos con su música a esos momentos de su vida.

El broche final se dio con la recreación escénica, el vestuario y la iluminación. Jesús Ruiz hace una escenografía y un vestuario que nos permite entrar en todos esos mundos de Félix: un café cantante, los ensayos de los Ballet Russes, el estreno de El sombrero de tres picos, etc. Es un vestuario versátil, capaz de adaptarse con facilidad a las distintas escenas de la obra. Pero para que todo esto llegue de forma clara al espectador se necesita de una iluminación limpia y clara y ahí se contó con la magia de Nicolas Fischtel. Aun siendo una iluminación creada, como todas la obra, hace 18 años, da paso a una iluminación más contemporánea, actualizó la escena con su trabajo.
Creo y puedo decir que el equipo creativo de El loco conformó una obra coral de primera línea que hace de su recuperación un hito en nuestra escena dancística española.

Rubén Olmo, Director del Ballet Nacional de España

A propósito de Félix El loco

I. Félix

Hubo una vez un bailaor de nombre Félix Fernández, al que apodaron El Loco. Debió de nacer en algún lugar de la provincia de Sevilla, allá por los últimos años del siglo XIX, en el seno de una familia muy pobre. De cómo transcurrieran su infancia y su adolescencia, no nos ha quedado memoria cierta; pero es fácil imaginar que el niño Félix debió de crecer en la calle, entre juegos y miserias; lejos de los libros, los números y las escribanías. Y qué duda cabe de que habría compartido su anónimo destino con el de tantos otros desheredados de la fortuna que, en aquellos años tristes de la historia de España, se veían obligados a recorrer los campos andaluces en busca de un jornal o mendigando un cacho de pan duro con aceite; de no ser porque, un día, el baile flamenco se cruzó en su camino.

Probablemente, Félix conocería el flamenco de una manera natural: en las fiestas familiares, en las gañanías, durante las faenas de la trilla o, quizá, presenciando la actuación de algún cantaor de renombre en el transcurso de una celebración religiosa. Lo cierto es que, hacia 1915, nos encontramos con el joven Félix Fernández convertido en un afamado bailaor que goza del mejor cartel en los más populares cafés cantantes de la época. En uno de ellos, el “Novedades”, conocería Félix a las personas que iban a cambiar radicalmente el curso de su vida.

Aquella noche, Félix acababa de bailar la farruca con la fuerza contenida de un volcán a punto de entrar en erupción. Todavía resonaban los gritos de admiración y los aplausos de un público entusiasta cuando Félix fue reclamado desde una mesa para ser presentado a unos ilustres extranjeros. Aquella noche, Félix conoció a Diaghilev, el gran empresario ruso amigo personal del Rey de España; a Massine, coreógrafo, y a Tamara Karsavina, primera bailarina de los Ballets Russes. Diaghilev estaba preparando su nuevo proyecto para los escenarios de todo el mundo: un gran ballet de tema español, en el que participarían el compositor Manuel de Falla y el pintor Pablo Picasso y que llevaría por nombre El sombrero de tres picos.

No acaba de quedar claro si lo que Diaghilev ofreció a Félix Fernández fue un trabajo como maestro de baile para la compañía, con el fin de que le transmitiese un cierto “aire español” a sus maneras dancísticas clásicas; o si se llegaron a acordar que Félix bailase el personaje del Molinero, el primer papel masculino de la obra. Lo cierto es que el 22 de julio de 1919, la noche del estreno en Londres de El sombrero de tres picos, fueron Massine y Karsavina la pareja protagonista.

¿Y Félix? Había desaparecido unos días antes de esa noche, sin dejar rastro. Pero nos lo podemos imaginar vagando perdido por el laberinto de las calles londinenses; rodeado de gente a la que no entiende, que habla una lengua que él no conoce; escondiéndose en cualquier oscuro rincón, hambriento, temblando de miedo y de frío: lamiéndose las heridas de su desesperación, de su fracaso.

La policía lo encuentra en la iglesia de St Martin-in-the-Fields: algunos vecinos, escandalizados, han dado el aviso de que un hombre andrajoso, casi desnudo, baila como un poseso en el interior del templo. La escena no deja lugar a dudas. La policía lo detiene y lo conducen al sanatorio de Epson. El internamiento es inmediato. El diagnóstico médico, irrefutable: esquizofrenia catatónica.

Félix Fernández muere en 1941. Entre la fecha de su ingreso en el manicomio y la de su fallecimiento, las pistas sobre su vida se borran hasta desaparecer. Pero de lo que si tenemos seguridad es de que los de su encierro en Epson debieron ser veintidós años terribles para Félix. Veintidós años larguísimos; en el transcurso de los cuales los momentos de locura se alternarían con otros de insufrible lucidez. Debieron ser veintidós interminables años de dolorosa convivencia de Félix con su fracaso como artista, con los fantasmas de un pasado que le atormentarían sin compasión; con el deseo nunca hecho realidad de volver a esa Andalucía suya de la que, tal vez, nunca debió salir.
Veintidós años con una única obsesión: la de bailar, bailar y bailar, hasta ser capaz de protagonizar esa farruca, esa danza perfecta por la que él, Félix Fernández, sería recordado por los siglos de los siglos.

II. El loco

El ballet

El Loco es un ballet en dos partes, inspirado en la peripecia artística (existencial, por ende) de Félix Fernández García (Sevilla, 1893 – Epson, Gran Bretaña, 1941): una leyenda subyugante y subyugadora en sí misma: su pasión (casi) religiosa por el baile; su desentrañamiento, siguiendo los pasos de Diaghilev, Massine y los Ballets Russes, en Londres; su profundo desgarro interior, al no participar en el estreno londinense de El sombrero de tres picos; su huida, su locura, su muerte en el olvido del asilo de Epson.

Una fabulación autobiográfica que nunca existió: todo nos llega desde la memoria distorsionada de Félix; desde la confusión de su recuerdo fragmentado, obsesivo; desde su mirada esquizofrénica sobre un mundo extraño, enemigo.

Pero, también, un espectáculo que trasciende sustancialmente la historia personal, la hagiografía; para convertirse en una reflexión vívida sobre el artista y sus demonios, sobre los desencuentros del artista con la realidad objetiva, sobre la eterna inadecuación entre el deseo y la realidad.
Y, sobre todo, un espectáculo de danza que tiene a la danza como tema y eje de su discurso.

Sobre la locura
a.
Algunas acepciones de la palabra
‘Locura’: Cualidad o condición del loco.
‘Loco’: Que tiene alterado el juicio o la capacidad de razonar. Que siente un amor o una pasión extraordinarios (por alguien o algo).
‘Con locura’: Muchísimo.

b.
La locura como herencia, como patología.
La Madre del Loco, que ríe y ríe: en su casa, por los campos, en el manicomio.
Félix bailando delante del altar, en Saint Martin-in-the-Fields.
Se levanta acta policial. ¿Nombre?: Félix Fernández García. Profesión: Músico y bailarín. Diagnóstico: esquizofrenia catatónica. Internamiento: Long Grove Hospital, Epson.

c.
La locura del artista: el arte, como acto de enajenación creadora. El baile: pulsión dionisiaca, demoníaca; única, avasalladora, absorbente pasión de vivir.

d.
La locura, resultado de la eterna dialéctica del hombre, del artista: el conflicto entre realidad y deseo. La realidad transformada, en la mente anhelante del artista: son gigantes, y no molinos. El inadaptado, el apocalíptico Félix; perdido en un mundo inmensamente inabarcable. En su maleta hecha de tablas, una farruca.

La locura del Loco ante su espejo: la asunción del verdadero límite, de su dimensión real como artista. El metrónomo puede ser un látigo que fustiga, inmisericorde, el fracaso.

e.
La locura como escapismo vital: para sobrevivir a la vida en la locura.

Paco López, Dramaturgo

Elogio de la locura

La locura, en su justa medida, es un requisito indispensable para dedicarse a cualquier actividad artística; más aún, en un mundo y una sociedad como la actual, donde la cultura es la última en la escala de prioridades políticas, económicas y sociales.

Si además tenemos en cuenta que la danza es la última en la escala de prioridades culturales, podemos llegar a la conclusión de que los que nos dedicamos a esta actividad debemos estar rozando la esquizofrenia catatónica, como Félix. Quizás por eso, cuando le ponen a uno delante un proyecto acerca de la locura, se siente en su hábitat natural.

Es muy poco lo que hay escrito acerca de Félix y variadas las versiones acerca de lo que le ocurrió realmente. Esto que, en principio, pudiera parecer un lastre a la hora de construir la obra ha permitido, al final, que las imaginaciones volaran y que el resultado no estuviera sujeto a concreciones históricas ni a comparaciones efímeras.

"Hemos puesto en pie una obra ante todo romántica, una historia de amor entre el hombre y la danza. Hemos dado un grito desesperado y apasionado en tiempos de pocas pasiones y muchos gritos vacíos”.

Han pasado 18 años desde que escribí estas palabras que para mí siguen vigentes, pero El Loco que hemos puesto en pie esta segunda vez es muy diferente al que fue, y ha evolucionado, espero que para bien, al igual que lo hemos hecho tod@s l@s involucrad@s en esta creación, a la que hemos tratado de añadirle estos 18 años más de experiencia, vivencias y conocimientos técnicos y artísticos.

Creo que El Loco que van a ver no ha sufrido cambios, si no que los ha disfrutado.

Gracias a Paco López, casi pareja de hecho artística, por su magnífico guión y dirección escénica. Siempre es un placer contigo.

Gracias a Manuel de Falla y a Pablo Picasso, allá donde estén.

Gracias a Mauricio Sotelo por plasmar la locura en un pentagrama con tanta cordura.

Gracias a Cañizares por fusionar el flamenco del siglo XIX con el del XXI con total naturalidad.

Gracias a Jesús Ruiz por envolverlo todo con tanta belleza.

Gracias a Nicolás Fischtel por "iluminarnos", casi místicamente.

Gracias a Maribel Gallardo y repetidores del Ballet Nacional por su impresionante trabajo de recuperación.

Gracias a todo el equipo técnico por su implicación.

Gracias a las bailarinas, bailarines y músicos que han derrochado pasión, calidad y esfuerzo y que desde ahora ya son "mis niñ@s”.

Y sobre todo, gracias a Rubén Olmo por hacer posible este privilegio, este sueño hecho realidad.

Espero que ustedes disfruten tanto viendo la obra, como yo he disfrutado en su proceso de creación.

Javier Latorre, Coreógrafo

PROGRAMA

PRÓLOGO

SANATORIO DE EPSON, 1941
Madrugada de insomnio en el siquiátrico: una más para Félix y sus fantasmas: Karsavina, Diaghilev, Massine: El sombrero, su fracaso. Bailar el Molinero: su obsesión.
La locura es un lugar sin límites, sin tiempo.
La visita de la Dama Blanca: por fin, la muerte, tan deseada.
Y la memoria: el regreso al paraíso perdido.

I. EL VIAJE A LOS ORÍGENES

AIRES DEL SUR
Primera década del siglo XX. Celebración de la vida, al sur, un día del final de la primavera. Alegre confusión, jaleos. El juego del requiebro, del enamoramiento.
Félix es uno más entre ellos, en el luminoso alboroto.

PROFESIÓN DE FE
La fiesta evanesce. El ritmo se hace grave, ritual.
Un halo de luz envuelve al Bailaor Antiguo.
Félix lo observa: el discípulo que aguarda la enseñanza del maestro, el joven Félix Fernández esperando la clase del señor Molina.
Félix, descubriendo la única pasión, su única fe verdadera.

II. EN UN CAFÉ CANTANTE

1916.
Una noche, en el Novedades. El café: alegre, bullanguero. El escenario, en penumbra, se anima: el espectáculo ha comenzado. La artista invitada baila por alegrías.
Se incorporan al público Diaghilev, Massine y Tamara Karsavina: expectación.
Félix -ritual, ensimismado- baila una farruca. Y el arrebato.
Diaghilev reclama la presencia de Félix: quiere enrolarlo en un proyecto nuevo, grandioso: el estreno en Londres de un ballet español.

(INTERMEDIO)

III. EL SOMBRERO DE TRES PICOS

LES BALLETS RUSSES
Londres, 1919.
La compañía de los Ballets Russes ensaya. Félix interrumpe, corrige. Todos observan, comentan: Félix, desentrañado en un mundo inabarcable, ajeno. La exclusión ya es manifiesta.
Massine, el Molinero, baila con Karsavina: la felicidad de la tarde que concluye. Félix irrumpe, desplaza a Massine: él es el Molinero.
Diaghilev asiste al ensayo: la decisión está tomada.
La mirada -la mente- de Félix transforma la realidad, la identidad de los personajes: don Quijote zaherido por gigantes, y no por las aspas de los molinos.
Tras la farruca, un silencio de hielo. Félix se ha quedado solo: infeliz náufrago a la deriva en un mundo hostil, vacío.

EL DESENCANTO
La desesperanza infinita es el escenario de un teatro: Félix lo recorre, perdido, deshabitado. Efímeras alucinaciones: la Molinera, el Molinero. El rumor del público llega, desde la sala.
Al tiempo, Félix es una sombra errática en las calles londinenses.

22 DE JULIO DE 1919
En el escenario del Teatro Alhambra, se estrena El sombrero de tres picos. Félix, perdido en la noche, intenta dejar de oír esa música extraña, enemiga; olvidar que él no está en ese estreno que está llegando a su final. Pero los hombres del Corregidor lo persiguen: han escapado del escenario, lo acosan en la calle de la noche.

NOCHE DE ESPECTROS
Félix escapa y –en su insania, en su memoria alucinada- está, de nuevo, en medio del escenario del Teatro Alhambra. Noche de espectros, máscaras fugaces: Félix, perdido en un laberinto de azogues.
Apoteosis final: la compañía agradece los aplausos del público: en su imaginación, el éxito del estreno y su grito desesperado.

IV. FÉLIX, EL LOCO

LA FARRUCA
Fantasmagorías: el Bailaor Antiguo, la Dama Blanca.
Félix está en la iglesia de Saint Martin-in-the-Fields. A través del hueco del rosetón se proyecta un círculo radiante de luz lunar sobre el suelo: el altar, el escenario, el mundo. Suenan las fanfarrias, se encienden las candilejas. El momento ha llegado. Félix bailaba su farruca: el dolor de vivir; la realidad contra el deseo.

LOCURA, ARDIENTE OSCURIDAD
Después, el silencio es una sorda bofetada de agua helada: no hay vecinos sonrientes, no hay espectadores en las sillas vacías, no hay un teatro en Londres, no hay estreno para un loco.
El Bailaor Antiguo se ha levantado: quiere recordarle la única verdad. La escena queda interrumpida bruscamente. Aparecen unos policías londinenses: los insaciables sicarios del corregidor Diaghilev. Detienen a Félix, que ya es un pelele atrapado, que ya es un loco, al que acaban de empujar al interior de una sórdida sala, en el sanatorio de Epson.

EPÍLOGO

SANATORIO DE EPSON, 1919-1941
Félix está solo, infinitamente solo. La locura es un lugar sin límites, sin tiempo. El tiempo pasa y no transcurre: en Epson.
Mira a su alrededor: todos los espectros habrán ido abandonando el teatro de su fracaso. La Dama Blanca parece esperarlo, para acompañarlo en el último viaje.
Massine, ese Massine: él, Félix, es el Molinero…
El goteo de un grifo en la noche.
La lluvia.
Con la música que se va.
Oscuro.

Ficha artística

Dirección artística Rubén Olmo
Idea original Francisco López
Libreto Francisco López
Dirección escénica Francisco López
Coreografía Javier Latorre
Dirección musical Manuel Coves, Orquesta de la Comunidad de Madrid (ORCAM) Músicos flamencos del BNE
Música Manuel de Falla, Mauricio Sotelo, Juan Manuel Cañizares
Escenografía Jesús Ruiz
Vestuario Jesús Ruiz
Diseño de iluminación Nicolás Fischtel (A.A.I)
Realización de escenografía Ferrán Decoración, Spechio Piuma, Iberia Inkyet, Peroni, Pinto’s, May Servicios para Espectáculos, S.L
Realización de vestuario Ana Lacoma, Josep Ahumada, González, Maty, Adame
Calzado Gallardo
Asistente de dirección Miguel Ángel Corbacho
Baile principales invitados. Esther Jurado, Francisco Velasco
Baile primeros bailarines. Aloña Alonso, Inmaculada Salomón, Antonio Correderas, Sergio García, Eduardo Martínez
Baile solistas. Estela Alonso, Débora Martínez, Miriam Mendoza, Irene Tena, José Manuel Benítez, Albert Hernández, Matías López, Carlos Sánchez
Cuerpo de baile Ana Agraz, Cristina Aguilera, Ana Almagro, Sara Arévalo, Pilar Arteseros, Marina Bravo, Mercedes Burgos, Irene Correa, Patricia Fernández, Yu-Hsien Hsueh, María Martín, Sara Nieto, Laura Vargas, Noelia Ruiz, Irene Tena, Vanesa Vento, Sou Jung Youn, Diego Aguilar, Juan Berlanga, Axel Galán, Álvaro Gordillo, Antonio Jiménez, Adrián Maqueda, Álvaro Marbán, Víctor Martín, Alfredo Mérida, Javier Polonio, Manuel del Río, Pedro Ramírez, Sergio Valverde
Maestra repetidora Maribel Gallardo
Repetidor/a Cristina Visús
Instructora de danza Diana Noriega
Maestros de ballet Elna Matamoros, Tino Morán, Raúl Tino
Cante Saray Muñoz, Gabriel de la Tomasa, Juan José Amador “El Perre”
Guitarra Enrique Bermúdez, Jonathan Bermúdez, Diego Losada, Víctor Márquez
Percusión Iván Fernández, Roberto Vozmediano
Piano José Luis Franco
Dirección adjunta. Guiomar Fernández Troncoso
Gerente Pablo Gauna
Dirección de producción Sarah Bonaldo
Dirección técnica Tomás Pérez
Dirección de comunicación. Eduardo Villar
Secretario de dirección Jesús Florencio
Producción (departamento) Manuel Balaguer, María Fernández
Regiduría de vestuario. Chus García
Regiduría ayudante de vestuario. Javier Caraballo
Personal Samantha Hilario
Administración Rosa Onsurbe
Mecenazgo y actividades pedagógicas Belén Moreno
Responsable de mantenimiento José Ramón Gómez
Dirección técnica adjunto. Pedro Muñoz, José Román
Regiduría Pilar Orive, Elena Sanz, Víctor Hernández
Maquinaria Juan Francisco Martín, Ismael Martínez
Iluminación Asier Basterra, Javier Hernández, Arturo Dosal
Utilería Juan Mª Arguedas, Francisco Hernández, Pilar López, Milena Ríos
Audiovisuales Jesús Ávila, Luis M. Castro, Mercedes Martín, Rodrigo Cotobal
Sastrería Cristina Catoya, Teresa Morollón, Mónica Ramos, Teresa Rodrigo, Isabel Fernández
Fisioterapeuta Juan Pedro Barranco, Ángel Pérez
Masajistas Juan Carlos Martín, Julián Mínguez
Ordenanza José Manuel Ollero
Encargado de almacén Vicente Antonio Gómez
Limpieza Dolores Escrivá, Antolina Pequeño

Trayectorias

Ballet Nacional de España

Ballet Nacional de España

El Ballet Nacional de España (BNE), dirigido por Rubén Olmo desde septiembre de 2019, es la compañía pública referente de la danza española desde que se fundó en 1978 bajo el nombre de Ballet Nacional Español, con Antonio Gades como primer director. Forma parte de las unidades de producción del Instituto Nacional de la Artes Escénicas y de la Música (INAEM), perteneciente al Ministerio de Cultura y Deporte.

La finalidad del BNE se centra en preservar, difundir y transmitir el rico patrimonio coreográfico español, recogiendo su pluralidad estilística y sus tradiciones, representadas por sus distintas formas: académica, estilizada, folclore, bolera y flamenco. Asimismo, trabaja para facilitar el acercamiento a nuevos públicos e impulsar su proyección nacional e internacional en un marco de plena autonomía artística y de creación.

Disponer de una programación que combine la creación con la preservación del repertorio tradicional de la danza española y la incorporación continuada de nuevas creaciones se halla dentro de las líneas maestras del Plan Director actual. En este sentido, el BNE ha puesto en marcha una nueva línea de creación abierta a las vanguardias y las nuevas tendencias, invitando a coreógrafos internacionales y nuevos creadores a colaborar con el BNE. Dentro de este contexto de aprendizaje, el BNE desarrolla además talleres que fomentan la especialización y el perfeccionamiento de los profesionales de la danza en el ámbito de la interpretación y de la creación.

Para promover la difusión de la danza española, el BNE fomenta la movilidad tanto nacional como internacional alternando espectáculos de gran formato con producciones más ajustadas y abiertas a la experimentación. Alienta la gestión económica sostenible de todas las producciones e impulsa la cooperación entre las diferentes unidades de producción del INAEM y otras instituciones públicas de todas las comunidades autónomas, así como la colaboración público-privada a nivel nacional e internacional.

En los últimos años, el BNE ha desarrollado iniciativas y colaboraciones en el mundo de la moda y potenciado las visitas de conservatorios y escuelas de toda España a sus ensayos. Dentro de su proyecto pedagógico, ha organizado distintas master class con grupos de niños de diversas capacidades y publicado el primer libro y videojuego de Danza Española para niños, titulado Bailando un Tesoro. En esta línea de difusión, el BNE ha creado el Círculo de Amigos y una línea de venta de productos de merchandising.

El BNE ha obtenido a lo largo de su existencia diversos premios nacionales e internacionales, entre los que destacan el Premio a la Crítica al Mejor Espectáculo Extranjero (1988) del Metropolitan de Nueva York; Premio de la Crítica Japonesa (1991); Premio de la Crítica al Mejor Espectáculo (1994) en el Teatro Bellas Artes de México; Premio del Diario El País (1999) al espectáculo Poeta; Premios de la Crítica y del Público (2002) a la coreografía Fuenteovejuna, de Antonio Gades, en el VI Festival de Jerez; Premio del Público (2018) del Festival de Jerez; Premio Cerinos (2018) del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida; premios del público Teatro de Rojas (Toledo) al Mejor Espectáculo de Danza en 2008, 2010, 2012 y 2014; y en 2010, el Festival Internacional del Cante de las Minas le concedió el Premio Extraordinario a las Artes Escénicas por su “magnífica contribución a la preservación y difusión del mejor flamenco”.

Rubén Olmo

Rubén Olmo

Director del Ballet Nacional de España

Rubén Olmo descubrió precozmente su amor por la danza. Con 9 años ingresó en el Conservatorio de Sevilla, donde se licenció en Danza Española y Danza Clásica en 1996. Allí tuvo como maestros, entre otros, a Marisol Delgado, José Manuel Moreno y Pepa Coral. Durante su periodo de formación también recibió clases en las escuelas de Manolo Marín, Carmen Montiel y José Galván y realizó cursos con Pedro Azorín, Juanjo Linares, Victoria Eugenia, ‘Manolete’, ‘Güito’, Mario Maya, José Granero, Javier Latorre, Aída Gómez, Nadín Astor, Antonio Canales, Teresa Nieto, Rosa Naranjo y Carmina Ocaña.

Su carrera profesional como bailarín comenzó a los 16 años, cuando ingresó en la Compañía de Javier Barón, con la que participó en el espectáculo El pájaro negro, con Belén Maya como bailaora principal. Un año después entró a formar parte de la Compañía de Danza Española de Aída Gómez, donde actuó como bailarín solista en el espectáculo Estamos solos, con coreografía de José Antonio, Javier Latorre y Aída Gómez. Además, participó en la producción del Teatro de la Zarzuela El barberillo de Lavapiés, coreografiada por Ramón Oller.

En 1998, con 18 años, se incorporó al cuerpo de baile del Ballet Nacional de España (BNE) bajo la dirección de Aída Gómez y ascendió a bailarín solista un año después. Durante su etapa en el BNE actuó como primer bailarín en los montajes Luz de alma, con coreografía de Javier Latorre; La Celestina, coreografiada por Ramón Oller y con dirección escénica de Adolfo Marsillach; Poeta, de Javier Latorre; Carmen, de José Antonio Ruiz; Ritmos, de Alberto Lorca; Oripando (Farruca), de Israel Galván; y Grito (Alegrías), de Antonio Canales.

En 2002, decidió dejar el BNE e ingresar en la Compañía de Eva Yerbabuena. Aunque ha seguido colaborando con el BNE posteriormente como coreógrafo y bailarín invitado en, entre otros, el montaje Ángeles Caídos.

Antes de cumplir su sueño de formar su propia compañía en 2006, bailó en los espectáculos Carmen y Dalí, de la Compañía Metros, dirigida por Ramón Oller; y Los Tarantos (Musical Flamenco), con coreografía de Javier Latorre y dirección de Emilio Hernández. También ejerció como primer bailarín, coreógrafo y adjunto a la dirección en la Compañía de Rafael Amargo.

Para la compañía que lleva su nombre, Rubén Olmo ha creado los montajes Érase una vez que era, estrenado en el Teatro Albéniz de Madrid (2003), Belmonte (Teatro Albéniz de Madrid, 2006), Pinocchio (Teatros de la Villa de Madrid, 2007), Tranquilo alboroto (Teatro Central de Sevilla, 2010), Las tentaciones de Poe (Teatro Central de Sevilla, 2012), Horas contigo (Teatro Fernán Gómez, 2018), La muerte de un minotauro (Festival Internacional de Danza de Itálica, 2019), Naturalmente Flamenco (Festival de Jerez, 2019) y Diálogo de Navegante (Bienal de Málaga, 2019).

Ha sido maestro en el Centro Andaluz de Danza (CAD) de 2008 a 2019 y director del Ballet Flamenco de Andalucía (BFA) de 2011 a 2013. Al frente de la compañía pública andaluza estrenó los espectáculos Metáfora (2012), Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (Jardines del Generalife de la Alhambra, 2012).

También ha colaborado, como bailarín invitado o coreógrafo, con las compañías de danza y artistas más importantes de España. Participó en los espectáculos Permíteme bailarte, de Aída Gómez; Jazzing Flamenco, de Antonio Najarro; La horma de su zapato, de Isabel Bayón; y El amor brujo, de Víctor Ullate. Además, intervino en la ópera El público, de Federico García Lorca, compuesta por Mauricio Sotelo (Teatro Real, 2015).

Premio Nacional de Danza en 2015, Rubén Olmo ha sido galardonado a lo largo de su carrera con el Premio Max (2014), la Zapatilla de Plata de Indanza (2012), el Giraldillo de la Bienal de Flamenco de Sevilla (2010) o el Premio de Interpretación de Danza Pilar López (2007). Sus montajes también han recibido premios, entre los que destacan el Premio de la Crítica del Festival de Jerez (2019) para Horas contigo o el Giraldillo Ciudad de Sevilla (2016) para Toda la vida bailando.

Desde septiembre de 2019 Rubén Olmo es el director del Ballet Nacional de España.

Francisco López

Francisco López

Nacido en Córdoba en 1954, lleva vinculado a la dirección de espectáculos desde finales de la década de los setenta, ha dirigido más de una veintena de títulos teatrales; y escrito y estrenado varios textos dramáticos.

Director de escena / Productor y gestor cultural

Dentro del género lírico, ha dirigido producciones de La Traviata, Rigoletto, Las bodas de Fígaro, Don Giovanni, La flauta mágica, Carmen, Romeo y Julieta, Orfeo y Euridice (Gluck), L’Ottavia restituita al trono (D. carlatti), Don Pasquale, El elixir de amor, Los amantes de Teruel, Cecilia Valdés, Maruxa, La canción del olvido, El dúo de la Africana y Doña Francisquita.

Otros trabajos líricos han sido una creación (con dramaturgia propia) sobre composiciones de J. Brahms y Puccini titulada Pasión y muerte de Angélica; el espectáculo Un aura amorosa, recital escenificado; así como nuevas producciones de Aída, Lucia di Lammermoor, el programa doble Pagliacci – Cavalleria rusticana y Norma.

Recientemente, ha presentado en México una nueva producción de El elixir de amor. Su último estreno ha sido Diálogos de carmelitas.

En la actualidad, prepara el programa doble Goyescas – El retablo de Maese Pedro, para la Ópera de Oviedo.

Para el flamenco, ha creado el libreto y dirección de los ballets La fuerza del destino (para la Compañía Ziryab Danza), Eco y Narciso (para el Festival de la Guitarra de Córdoba), Réquiem flamenco (para la Compañía Andaluza de Danza, con coreografía de Mario Maya), El Loco (para el Ballet Nacional de España, con coreografía de Javier Latorre) y Fatum! (ballet inspirado en La forza del destino, con coreografía de Javier Latorre y producción de Shoji Kojima).

También en este ámbito, ha escrito y dirigido los espectáculos ¡Viva Jerez! (coproducción del Festival de Jerez con la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía), Las cinco estaciones (para el Festival de Jerez); Perspectivas, Baile de palabra, Ella y Déjame que te baile (para la Compañía Mercedes Ruiz), ¡eLe eLe! (para la Compañía Leonor Leal), A este chino no le canto (con producción de Shoji Kojima y la participación de Eva Yerbabuena y Miguel Poveda), Por los pelos y Flamencas de película (espectáculos de cabaret flamenco para la cantaora Melchora Ortega) y Navidad flamenca en Jerez (grabado para la televisión).

Estrenos recientes han sido los espectáculos ¡Vamos allá! de la Compañía Flamenconautas; Tauromagia (con música de Manolo Sanlúcar) y Segunda piel, para la Compañía Mercedes Ruiz; Rayuela, con la Compañía de Marco Flores, y Un cuento de Navidad, para los Farrucos.

Colabora habitualmente con artistas flamencos de la talla de Paco Cepero o La Macanita.

Es, asimismo, productor y creador del concierto-espectáculo ¡Que suenen con alegría!, en el que ya han participado artistas como Ismael Jordi, David DeMaría, Manuel Lombo, David Lagos, Jesús Méndez, Estrella Morente y Ainhoa Arteta.

Proyectos suyos han sido presentados en teatros españoles como el Real y la Zarzuela (Madrid), Liceo y Palau de la Música (Barcelona), Maestranza y Lope de Vega (Sevilla), Arriaga (Bilbao), Cervantes (Málaga), Principal y Auditorio (Palma de Mallorca), Gran Teatro (Córdoba), Albéniz (Madrid), Auditorio Víctor Villegas (Murcia), Palacio de Festivales (Santander), Victoria Eugenia (San Sebastián), Teatro Villamarta (Jerez), Gayarre (Pamplona), Campoamor (Oviedo), Pérez Galdós (Las Palmas) y el Palacio de la Ópera (A Coruña); en eventos como el Festival Mozart, la Quincena Musical de San Sebastián, los Festivales de Ópera de Oviedo, Las Palmas y A Coruña; el Festival de la Muralla de Ávila, el Festival de Zarzuela de Oviedo, el Festival de Cap Roig (Girona), la Bienal de Sevilla, el Festival de la Guitarra de Córdoba, la Suma Flamenca de Madrid, el Otoño Lírico Jerezano o el Festival de Tardor de Barcelona; así como en teatros y festivales de Italia, Francia, Portugal, Gran Bretaña, Alemania, Irlanda, Bélgica, Rumanía, Moldavia, Hungría, Bulgaria, Rusia, Serbia, Croacia, Suiza, Austria, México y Marruecos.

Javier Latorre

Javier Latorre

Valenciano de 1963, es bailarín y coreógrafo.

Comienza a bailar a los cuatro años y debuta con 16 en la Compañía Lírica Nacional. En 1979 ingresa en el Ballet Nacional de España, bajo la dirección de Antonio Gades, asciende a Solista con Antonio Ruiz y alcanza la categoría de Primer bailarín con María de Ávila. Desde 1988 hasta la actualidad, su carrera artística se ha desarrollado formando parte de compañías privadas o como solista, coreógrafo y bailarín.

De sus maestros y colaboraciones con otros coreógrafos destacan: Antonio Gades, “Antonio”, José Granero, Mariemma, Pilar López, Alberto Lorca, Betty, Mª Magdalena, Juana Taft, Paco Fernández, José Antonio, Juan Quintero, Mª de Ávila, Pedro Azorín y Felipe Sánchez.

Entre sus múltiples creaciones podemos subrayar, Hijas del Alba (1989), La Fuerza del destino (1990), Lances del arenal (1994), Guernica (1995), Omega (1997), Poeta (1998), Solos en compañía (1998), Luz de alma (1998), Ambivalencia (2000), 5 Mujeres 5 (2000), Rinconete y Cortadillo (2002), Andanzas (2003), Penélope (2003), El Loco (2004), Triana, en el nombre de la rosa (2004), El celoso (2005), Doña Francisquita (2006), 4 Poetas en guerra (2007), El Bateo y De Madrid a París (2008), Mi último secreto (2009), Poema sinfónico No. 2 (2010), El duende y el reloj (2010), Angeles caídos (2012), Fatum (2014), Homenaje a Paco Cepero (2015), A ese chino no le canto (2016), Vamo – Allá (2018) y Alba (2018), entre otras.

Ha realizado diversas colaboraciones a lo largo de su vida profesionales con: Vicente Amigo, Mario Maya, Carmen Linares, Enrique Morente, Blanca del Rey, Leo Brouwer, Mauricio Sotelo, Josep Pons, Juan Carlos Romero, Juan Manuel Cañizares, Chicuelo, Carles Benavent, Cristóbal Gabarrón y Abraham Lacalle, entre otros.

Javier Latorre, a lo largo de su trayectoria profesional ha obtenido diversos premios: Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, Premio “Paco Laberinto” (bulería), Premio “Juana la Macarrona” (alegrías), Premio especial “Antonio” al bailaor más completo, Fiambrera de Plata, Ateneo de Córdoba, en 1989; Premio “El Desplante” – Festival de las Minas de La Unión en 1994; Finalista Premios A.D.E. – “Cosas de Payos” en 1998; Bienal de Sevilla: Giraldillo Mejor Coreografía y Mejor Vestuario – “Rinconete y Cortadillo”, Premio Flamenco Hoy – Rinconete y Cortadillo en 2002; Premio de la Crítica, Festival de Jerez – Rinconete y Cortadillo y “Zapatilla de Plata” – Asociación de profesionales de la Danza de Almería (Indanza) en 2003; Premio “El Público” Canal Sur de Artes Escénicas – Triana, en el Nombre de la Rosa en 2005; Premio de Crítica de Danza de Japón – 4 Poetas en Guerra en 2007; XXVIII Semana Cultural – Peña Flamenca La Soleá, Palma del Rio en 2008; Premio Nacional de Danza, (Creación), Ministerio de Cultura en 2011 y Giraldillo a la Maestría en la Bienal de Sevilla en 2012.